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MANUEL JABOIS

Las dos últimas crisis que se han abierto alrededor del Madrid tienen un enorme sentido poético. Como todas, además, no se pueden cerrar de ninguna manera. Estas crisis se crean producto de unas sinergias íntimas, una fricción constante de fuerzas ocultas que en alguna parte, por cualquier motivo, prende con éxito.

-¿De dónde vienes a estas horas?

-De una crisis del Madrid.

Con el tiempo la crisis sale de plano y se queda orbitando alrededor del club convertida en chatarra espacial o material para curiosos, que la engrosan como seña de la leyenda negra, tal que esas recopilaciones de fichajes que salen en los periódicos cada tres meses. Todavía, si la noche está estrellada y se tumba uno en el jardín con una cerveza, puede verse cerca de Casiopea la crisis que le organizó García a Ramón Mendoza porque el presidente, nada más acabar un directo en el palco, fue corriendo a llamar por teléfono a casa para saber si había salido guapo y moreno (Mendoza siempre estaba moreno, es raro que no acabase de ministro de Trabajo; en España los mejores bronceados terminan allí).

Las crisis que están de moda ahora en el Real Madrid se deben a tener a dos porteros de máximo nivel y a ser el club más rico del mundo. Esto último suele despertar recelos; habrá que regalar las entradas o pedirle a los japoneses que se hagan del Eibar. El que mejor despachó la situación ni siquiera fue el entrenador del Barcelona (le hicieron tantas preguntas sobre el Madrid que cualquier día se acaban y hay que empezar a preguntar por el Barcelona, o aún peor, por su presidente) sino Felipe Alcaraz, que sigue en plena forma intelectual: «Un equipo de fútbol gasta 99 millones en un fichaje. Un albañil cae del techo, muere y ya no almuerza». Cada vez que toque el balón Bale va a ser difícil no ver albañiles despeñándose en el vacío; albañiles pegados al techo como 'Spiderman' pidiendo al Real Madrid que las recaudaciones se destinen a arneses. Se seguirá hablando del coste del fichaje de Bale e incluso es posible que se pronuncie el Papa, porque las operaciones legales del Madrid siempre mueven a escándalo, pero el tope ya lo dio Alcaraz y de ahí no hay que salir: el Madrid gasta el dinero de los obreros, que mueren y después, para horror de todos, no almuerzan.

En la portería también hay incendio. Éste es de los curiosos, pues afecta a Ancelotti, que empieza a ponérsele esa cara que se nos pone a muchos recién aterrizados en Madrid que aún no sabemos dónde estan las cosas. Ayer escuché en la radio la cosa más sensata de todas cuantas se han dicho estos días, y ha habido muchísimas (¡hasta mi Arcadi se ha metido a suegra!): «El debate acabará cuando juegue Casillas». Efectivamente yo también lo creo. Incluso, como se añadió después, que debe jugar aunque esté mejor otro. En realidad todos los problemas del Madrid se acabarían si el club hiciese lo que le ordena la gente que lo odia, pero pasan los años y sigue esa manía de tener a un entrenador en el banquillo, con lo fácil que es llamar a un hincha del Atlético para que diga a quién fichar, a quién poner y a cuánto vender las entradas en Segunda.

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