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ARCADI ESPADA

'Il Divo' está entre las mejores películas de cine político que haya visto nunca. Su protagonista es Giulio Andreotti. Creo que la película averigua la naturaleza del hombre que acaba de morir tras una larga y repleta vida. Esta naturaleza es la de comediante, y es justo que hoy el mundo le despida con el apuñalamiento de Pagliacci: "La commedia è finita!" Andreotti es la imagen más depurada de medio siglo de la política italiana. Esta política estuvo basada en dos claras anomalías europeas: la mafia y los comunistas. Durante la larga vida política de Andreotti la mafia progresó de tal manera que a punto estuvo de convertirse en Estado. En cuanto al legendario PCI, de ¡Gramsci, Togliatti, Longo y Berlinguer!, a punto estuvo de ser el primer partido comunista que llegara al poder por la vía democrática. Lo que habría tenido un gran interés para saber si los comunistas acababan con la democracia o viceversa. Pero 'il sorpasso' del PCI se produjo por la mínima, en unas elecciones europeas, e incluso el resultado precisó, días antes, que Enrico Berlinguer muriera de un 'bel morire' en un mitin. Toda la leyenda de Andreotti se basa en la urdimbre conspirativa que la guerra fría proyectó sobre estas anomalías italianas. Los dos momentos de su voluptuosa leyenda fueron el secuestro y muerte de Aldo Moro (presentado en ciertos ambientes 'dietrológicos' como la fría obra de arte con la que Andreotti acabó, al tiempo, con su máximo rival en la Democracia Cristiana y con el llamado 'compromiso histórico') y el beso supuesto, creo que en la boca, con el jefe mafioso Totò Riina, que probaría que la mafia ya no tenía necesidad de construir un Estado propio porque ya se había apoderado del existente. Ni la historia ni los jueces pudieron probar ninguna de las dos cosas, pero Andreotti, un buen judoka, aprovechó esta fuerza oscura para hacerse una estatua imperecedera a cuyo pie grabó un buen número de ocurrentes aforismos que le añadieron justa fama de cínico 'phraseur'.

Pero nada más.

Durante varias décadas Andreotti fracasó en el principal objetivo de la política italiana de posguerra que era el de poner la clase política a la altura de su sociedad civil. Su fracaso, sin embargo, empalideció ante el de sus sucesores. Que han conseguido poner la sociedad civil a la altura de la política.

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