Tu Mundo
CUALQUIER lego en derecho político sabe que la introducción de nuevos impuestos sólo puede ser aceptable si parte de una legitimación democrática. De aquí el conocido principio de 'no taxation without representation'.
Pues bien, el Gobierno de Rajoy ha subido nada más y nada menos que 30 veces los impuestos en sus primeros 500 días, incluyendo eliminación de deducciones, revisiones y nuevos gravámenes y sin contar la implantación de los copagos en la Sanidad y la Universidad. Ello sería muy criticable en cualquier Gobierno, pero máxime en uno del PP, que siempre ha mantenido un discurso a favor de la libertad individual y la economía productiva y en contra del alza de la presión fiscal. El propio Rajoy formó parte de un Gobierno que bajó los impuestos en varias reformas sucesivas en la etapa de Aznar, hizo su campaña con la promesa de reducirlos y anunció en su investidura que no los subiría.
Este Gobierno no sólo ha incumplido y traicionado sus promesas sino que además, como reflejaba ayer la Carta del director de EL MUNDO, ha superado los incrementos en el caso del IRPF que proponía en su programa IU. Los españoles que sobrepasan un determinado nivel de renta pagan tanto como los cubanos bajo el régimen castrista, teniendo en cuenta que el tipo máximo asciende ya al 52%, más los recargos que impone cada comunidad.
La falacia del Ejecutivo para justificar estas subidas es que era la única alternativa para hacer frente a la herencia de Zapatero, que dejó el déficit por encima del 9%. Ello es falso por la sencilla razón de que otros Gobiernos han actuado de forma muy distinta en situaciones parecidas. Esperanza Aguirre propuso hace unos días un drástico recorte del sector público como alternativa y el mismo Mario Draghi afirmó que era mejor reducir los gastos que aumentar los impuestos.
Si nos tomamos la molestia de analizar los datos, la reducción del déficit en 2012 se realizó básicamente gracias a la subida de los impuestos, que generó un aumento de la recaudación de 11.200 millones de euros. Cuando el PP ganó las elecciones en 2011, el consumo de los hogares crecía un 0,5%. Ahora cae por debajo del 2%, en buena medida como consecuencia de la mayor presión fiscal. Pero el Gobierno insiste en seguir por el mismo camino: ya ha anunciado nuevos gravámenes, mientras que se niega a tocar el mastodóntico aparato burocrático del Estado. Ello sólo puede afectar negativamente al crecimiento económico y a la creación de puestos de trabajo, que eran mayores en las previsiones de la Comisión Europea, realizadas cuando no se sabía que Rajoy iba a ampliar a un tercer año el atraco del IRPF.
Por todo ello, resulta tan legítimo como imprescindible que los contribuyentes se movilicen a través de cauces pacíficos y sin violencia alguna -nada que ver con los escraches- contra los abusivos incrementos fiscales que están empobreciendo a la sociedad española. Y para que el Gobierno rectifique, proponemos una rebelión activa de los ciudadanos a los que invitamos a expresar su rechazo con mensajes de internet, móviles y tuits con el lema de #bajadadeimpuestosYA.
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