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ENRIC GONZÁLEZ

La pregunta es antigua y ha dado, durante los últimos 20 años, varias veces la vuelta al mundo: ¿por qué tantos italianos votan a Silvio Berlusconi? Hay varias explicaciones que, en general, hacen referencia a su capacidad mediática y a su intensa conexión con las pulsiones individualistas de la sociedad. Cualquiera de las respuestas posibles requiere bucear en la historia reciente o remota de Italia.

A veces, la explicación puede ser simple. Como la que ofrece Maria Giulia, una mujer de mediana edad y aspecto acomodado (prefiere no dar su apellido, lo cual sea quizá significativo) en las galerías romanas Alberto Sordi: «Grillo es de izquierdas, Bersani viene del Partido Comunista y Monti nos ha frito a impuestos: sólo se puede votar a Berlusconi, pese a todos sus defectos».

Las tesis académicas resultan algo más complejas. Para Giuliano Ferrara, ex dirigente comunista, ex ministro de Berlusconi, politólogo y director del diario Il Foglio, una de las claves radica en el colapso de los partidos tradicionales a principios de los años 90. «El sistema italiano no es un sistema político clásico», explica. «Los partidos fueron arrasados hace 20 años por los jueces y por el circo mediático». Desde entonces, «en Italia impera un cierto star-system en el que cuentan el encanto personal, la simpatía, la capacidad de persuasión que procede de la vida y no de la política. Ésa es la razón por la que Berlusconi ha obtenido un 30% de los votos y Beppe Grillo, un 25%».

El sociólogo Michelle Sorice, profesor universitario y uno de los más reputados especialistas en comunicación política, considera fundamental «la capacidad berlusconiana para convertirse en centro de la atención, amplificada por su imperio mediático». También Sorice apela a la historia de Italia, un país sometido durante más de un milenio a invasiones y disgregado en distintos reinos, cuyo Estado sólo se constituye en 1870. «En Italia» -dice-, «existen fuertes corrientes populistas y antipolíticas, y Berlusconi sabe beneficiarse de ellas y del rechazo al Estado y a Europa: si estudiamos la reciente campaña electoral, el mensaje berlusconiano ha sido mucho más antipolítico que el de Beppe Grillo».

Según el profesor Sorice, «Berlusconi apela a los intereses más inmediatos y privados y rechaza lo colectivo, aprovechando que en Italia falta una ética de lo público». Cita como ejemplo la carta que Il Cavaliere envió a todos los italianos prometiéndoles la devolución de un impuesto establecido por Mario Monti. Eso suponía entre 1.000 y 2.000 euros por familia. «La antipolítica deriva de nuestra histórica carencia de Estado e instituciones, el propio fascismo nació como fenómeno populista y tras la Segunda Guerra Mundial surgió el populismo qualunquista (el partido del hombre cualquiera): en nuestra sociedad persiste la añoranza por el condottiero, el hombre fuerte con el que se puede establecer una comunicación personal y directa», añade Sorice.

Giovanni Orsina, profesor de Historia en diversas universidades europeas y estudioso del berlusconismo, considera que Silvio Berlusconi sabe atraerse a «un amplio sector de la sociedad que desconfía del Estado». «Sus votantes, en realidad, no se fían tampoco de Berlusconi, pero se fían aún menos de los demás candidatos», dice. Y añade Giovanni Orsina: «He interrogado a muchos votantes berlusconianos y he comprobado que apenas nadie le vota con entusiasmo. Pero Berlusconi, al menos, no les critica, no intenta cambiarles y no muestra la arrogancia de un Mario Monti, que además de subir los impuestos aspira a reeducarles para que los paguen con gusto».

¿Y la cuestión moral? Según Orsina, los asuntos del bunga-bunga tienen una incidencia marginal: «Para muchos italianos, lo personal es privado. Y sobre los delitos financieros, el votante típico de Berlusconi, que desconfía del Estado y por tanto también de los jueces, tiende a sospechar que existe una cierta persecución del aparato estatal contra Berlusconi».

Giovanni Sartori, premio Príncipe de Asturias y uno de los más prestigiosos especialistas en Ciencias Políticas, declara que el enésimo éxito electoral de Berlusconi no le sorprende. «Si Beppe Grillo es un gran actor, Silvio Berlusconi es un gran mentiroso. Lo promete todo y luego encuentra excusas: que si la Constitución no lo permite, que si los poderes del primer ministro son muy limitados... Excusas. Sus mayorías parlamentarias le habrían permitido cambiar la Constitución, pero entonces se habría quedado sin coartada».

«En esta campaña electoral», prosigue Sartori, «ha enviado nueve millones de cartas prometiendo suprimir un impuesto inmobiliario y, además, devolver, de su propio bolsillo si fuera necesario, lo que los italianos pagaron por él en diciembre. Si hubiera tenido que hacerlo, habría alegado que la pensión que le paga a su ex mujer [tres millones de euros mensuales] no se lo permite».

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