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DAVID GISTAU

Rajoy prolongó ayer en el Parlamento la chulería de chotis con la que anunció, antes de irse al fútbol, que tiene a los jefes de Gobierno europeos como cabras sobre un taburete mientras él toca el organillo. Está consagrando la feísima costumbre de responder con más desprecio cuanto menos representativo es el diputado que le pregunta. Le irrita someterse al Congreso, como si atender a cualquiera de Merkel para abajo supusiera un fastidio o una degradación. A los diputados del archipiélago de siglas de la izquierda montaraz ya sólo falta que les diga «piltrafilla», igual que en el anuncio del atún.

Con todo, especialmente iracundo estuvo con Rosa Díez, que le trastorna como la alarma de un coche de noche, y a la que despachó con una frase displicente -«no estoy tan pendiente de usted como para recordar lo que dice»- que recordó a aquella otra con la que Humphrey Bogart aplastó a Peter Lorre en Casablanca: «Si pensara en ti, te despreciaría, pero no lo hago».

Fue una lástima, porque Rosa Díez planteó uno de los asuntos más interesantes de la matinal con respecto a la inyección financiera: la negación a admitir la realidad de Rajoy, tan semejante a la que antaño le valió a Zapatero una fama de bobo y de irresponsable. Si Zapatero tardó muchísimo más de lo que el país podía permitirse en combinar las letras necesarias para formar la palabra crisis, Rajoy ha convertido en tabú el término rescate.

Para que se cierre el bucle, sólo falta que el presidente diga que hablar de rescate es «antipatriota», porque no es probable que haga caso a Díez -a la que llama Díaz, por lapsus o por ninguneo- y se desahogue como en el confesionario gritando «¡rescate!» y matizándolo luego con el epíteto que más le guste: light, parcial o chiquitín. Es probable que Rajoy pretenda compensar poquedades con el tono bravo que emplea, pues, cada vez más, inicia sus intervenciones diciendo: «Yo soy el presidente». Como si temiera que no se note lo suficiente.

En cuanto al PSOE, cuya portavoz S2 debería intentar no perpetrar crímenes laístas como «la voy a decir una cosa...», parece dispuesto a terminar ya con la mortificación de la herencia. El rescate a los bancos ha supuesto una liberación, porque pueden ufanarse de que Zapatero lo evitó, aunque fuera sólo una demora basada en un pésimo diagnóstico acerca del sistema financiero.

Tienen tantas ganas de matar el pasado, y la culpa propia asociada a él, que ayer pronunciaron frases tan cínicas como la de Valeriano Gómez cuando espetó a De Guindos que el PP había logrado propiciar un rescate en sólo cinco meses, como si todas las causas se remontaran a esa fecha y no hubiera ocurrido nada antes. O esas otras según las cuales los bancos estaban fenomenal en 2009 y sólo el PP, sin ayuda de Mafo, es culpable del desprestigio del Banco de España. Por favor, díganme que no cuela.

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