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F. JIMÉNEZ LOSANTOS

Que la venganza es plato que se degusta frío lo demostró ayer la Infanta Elena cuando fue a ver a su hijo al hospital. Hay que recordar que cuando lo trajo a este valle de lágrimas, su entonces marido dijo en rueda de prensa que el niño recién nacido se parecía «a su madre, pobre». Así que «pobre», ¿eh? Pues ayer, en las puertas de la clínica Quirón, va ella muy borbona y les dice a los periodistas, muchos de ellos ya asistentes a la rueda de Jaime de Marichalar: «Sí, más o menos estaban de caza». O sea, que lo único que se cazó fue el pie del infantito. Y menos mal que fue sólo el pie.

No hace falta recordar que el trágico episodio de su abuelo, el Rey, que mató a su hermano jugando con una pistola, invita a apartar a los niños de esa familia -y de todas- de la presencia y uso de las armas. Tampoco es preciso recordar otros célebres accidentes de caza que esmaltan la historia de España, desde el de Favila con el antepasado astur de Mitrofán hasta la perdigonada que el difunto Fraga, por entonces archiministro, le atizó a la hija de Franco en el tafanario. Nunca se nos explicó a qué le disparaba Fraga cuando halló un blanco imprevisto por debajo del humano ecuador, aunque siendo tan abajo barruntamos que sería algún jabalí. Si llega a ser un ganso, un águila o un quebrantahuesos, adiós Carmencita, pobre.

Pero yo veo en este accidente dentro de un delito -es ilegal usar ese tipo de escopeta con menos de 14 años- la metáfora de lo que le está pasando a la antigua nación española, que se recrea en el autocastigo y cultiva el tiro al propio pie como si fuera disciplina olímpica. En los últimos tres años de Zapatero labramos nuestra ruina con minuciosidad oriental y en estos primeros tres meses de Rajoy cultivamos el cactus del eurodeshaucio. Antes, por gastar lo que no teníamos y mentir a todo el mundo. Ahora, por no ahorrar lo suficiente y sustituir la necesaria cirugía reductora del Estado por una cosmética que disimule el bulto sin operarlo.

Para colmo, el presidente pasa un mal momento, brilla por su atristada ausencia y no tiene un vicepresidente económico que lidie con el marrajo de la crisis. Anteayer, cuando estaba más o menos de caza, se pegó un tiró en el pie Felipe Juan Froilán. Ayer, cuando estaba más o menos en quiebra, España se adentró en ese accidente que unos llaman autonomías, otros socialismo y otros derroche delictivo. Froilán se recuperará pronto. España, lo dudo.

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