Lectores, sí, pero digitales

Los jóvenes dan la espalda al libro tradicional pero devoran los textos en red

Según el Barómetro de Hábitos de Lectura 2011, que realiza la Federación del Gremio de Editores (FGEE) y se presentó ayer, el número de lectores de e-books ya alcanza el 6,8% de los españoles mayores de 14 años, y llega al 8% en los menores entre 10 y 13 años.

El número de lectores digitales supera ya la mitad de la población española (52%), con un incremento respecto al año anterior de 4,9 puntos. Se entiende por soporte digital un ordenador, un teléfono móvil, una agenda electrónica o un e-reader.

Para Laura Borràs, profesora de Lengua y Literatura desde hace 18 años, «cuando se habla de lectura digital, siempre se piensa en el libro electrónico, y cuando se piensa en lectura siempre en lectura literaria». Sin embargo, aunque el e-book se esté asentando, se lee también, o sobre todo, en ordenadores, tabletas y teléfonos móviles.

Lo que casi no se lee es literatura -el Barómetro destaca que los jóvenes leen principalmente por estudios (25%)- pero se leen otras cosas, o de otra manera: páginas webs, foros en línea, revistas y blogs.

Borràs dirige también el Máster de Literatura en la Era Digital de la Universidad de Barcelona, y el grupo de investigación Hermeneia, especializado en la observación de la literatura digital como un fenómeno revolucionario. Las cifras del informe Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2010 indican que su trabajo está siendo profético, porque un 47,8% de la población española se declara lectora en formato digital y, de ese total, un 80% son jóvenes.

El porcentaje no sorprende a la académica: «No, no me asombra, la vida ahora transcurre entre pantallas, la gente usa el móvil como despertador, pero para leer libros se usa todavía más el ordenador». Secunda la idea el lingüista José Antonio Millán, autor del blog http://jamillan.com/librosybitios, para quien la juventud «ya está leyendo mucho en el ordenador, pero de lo que le interesa. Leen webs en español e inglés, leen sobre la liga NBA, leen sobre sus aficiones, y lo hacen de manera variada, en el teléfono, en el ordenador o en tabletas».

Pero, también según el informe de Hábitos de Lectura, sólo un 24% de esos jóvenes lee en su tiempo libre. Y el último Informe Pisa, de 2009, que examina el rendimiento de los estudiantes en todo el mundo, sitúa a muchas comunidades autónomas españolas en el nivel más bajo en lo que respecta a la comprensión lectora. En España, sólo un 4% de los alumnos está situado en los niveles 5 y 6, siendo éste el más alto, frente al 8% del promedio mundial que establece la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), encargada de organizar el estudio.

El informe incluía una sugerencia a los países participantes: el sintagma Lectura de Textos Electrónicos, ERA en sus siglas en inglés (Electronic Reading Assesment). Pero, de los 65 países que participaron en el trabajo de 2009, sólo 19 lo hicieron en la propuesta digital, entre ellos España.

En los resultados, publicados en 2011, se concluyó que un 77% del alumnado español de 15 años tenía un rendimiento medio o alto en lectura digital. Desde el Ministerio de Educación se preveía entonces que los datos mejorasen, porque en 2009 se había puesto en marcha el Programa Escuela 2.0 y el centro virtual leer.es.

Borràs sostiene que hay que sopesar «si importa el contenido o importa el soporte», en tanto que «el objeto libro lo vinculan con algo caduco y aburrido». «Ahí es donde sufre la literatura, porque el formato no es atractivo», afirma. Si la literatura fija la lengua, entonces todavía hay trabajo por hacer.

También hay otros argumentos al respecto. Según Ricardo Senabre, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada durante décadas, «que los jóvenes leen poquísimo es un hecho». Se refiere a lecturas literarias y considera que «eso no va a cambiar si los textos se les ofrecen en digital, porque su rechazo es una aversión al contenido, no al continente».

«Los niños se aficionan a leer por imitación, de igual modo que aprenden a hablar imitando a quienes hablan. Si en sus casas no ven libros ni personas leyendo, difícilmente comenzarán a hacerlo. Y, cuando se tiene ese déficit en los años decisivos, es casi imposible compensarlo luego», argumenta.

Salvador Gutiérrez, coordinador de Ortografía de la Real Academia Española (RAE), también cree que es necesario regresar a un «adiestramiento» de la capacidad lectora de la juventud española, porque sólo así ésta será «clara, rápida, comprensiva e incluso crítica». Sin embargo, Gutiérrez sí apuesta por los formatos digitales. «Hay que leer lo que sea, en cualquier medio, en papel, en libro electrónico o en ordenador», dice.

Para Senabre, por el contrario, «los artefactos electrónicos son adversarios temibles». Se pregunta: «Incluso con libros cerca, si los niños escogen la consola o el chateo compulsivo con los amigos (las cursivas son suyas) de las redes sociales, ¿qué más da cómo estén esos libros? La iniciación a la lectura es algo primordial que casi nunca se hace».

Borràs defiende su postura con casos prácticos. Por ejemplo, un trabajo sobre poesía en Facebook. Cada alumno debía elegir un poema y dedicárselo a uno de sus compañeros, en un orden establecido hasta completar una cadena. La profesora catalana habla de resultados muy productivos, en tanto que cada alumno, para elegir uno, se leyó entre 10 y 15 poemas. Eran conscientes de que se lo dirigían a alguien y querían hacerlo con precisión. Después, para elegir el top 3, tuvieron que defender a sus candidatos, esto es, a sus poetas. «Escuché cosas como: 'Pero es que aquí Lorca lo que intenta es...'. Y todo eso pasaba en Facebook, que es su medio natural. Colgaban sus poemas a las nueve de la noche, encumbraron a su profe... Hay que hacerles entrar en la literatura a través de los formatos digitales, con más fotos, más enlaces y más audio», cuenta la profesora.

En la misma batalla está el escritor y crítico Vicente Luis Mora que, en su último libro, El Lectoespectador (Seix Barral) ofrece argumentos como el que sigue: «La letra no basta pero quizá (...) la imagen tampoco, por eso la cosmovisión del siglo XXI se conforme probablemente a través de internextos, de formas textovisuales».

En lo que sí coinciden Borràs y Senabre es en el empobrecimiento de la lengua española a lo largo de las últimas décadas. Dice la primera que lo que ha observado es «una degradación progresiva, conceptual, ortográfica y temática». Para el segundo, «el mal uso del idioma no se refiere sólo a la ortografía, sino a la impropiedad léxica, a la sintaxis defectuosa, a la reducción del vocabulario a unas 500 palabras, al uso de comodines que pueden significar muchas cosas, a la pereza articulatoria y morfológica».

LEER Y HABLAR

Cuenta Salvador Gutiérrez que «leer y hablar son dos destrezas con cosas en común y otras distintas». En el cerebro están disociadas, pero quien domina más léxico tiene también mejor expresión y correción gramatical. Lo que echa en falta este responsable de la RAE es «una educación en los textos orales, enseñar a exponer, a argumentar y a comunicarse». «No argumentan sólo los abogados, también lo hace un comerciante», apunta.

Senabre también considera que habría que dedicar más tiempo a la enseñanza del lenguaje, que a veces, dice, se tergiversa al enseñar más bien lingüística. «Parece que importa más saber la terminología gramática que aprender a construir frases con corrección. En la enseñanza primaria han desaparecido prácticas antes habituales: la caligrafía, el dictado, la lectura en voz alta, la recitación. Así, cuando alguien tiene que leer en voz alta, lo hace con dificultad, con articulación y entonación penosas. Lo peor de todo esto es que, después de tantos años de una enseñanza fraudulenta, muchos adultos están ya tocados por esas deficiencias».

Además, tanto Senabre como Gutiérrez coinciden en que Lengua y Literatura no son una asignatura, sino dos, y bien diferenciadas. Faltan más clases de lectura en alto, más cuidado de la dicción, más debates y más aprendizaje no verbal.

«Los clásicos dedicaban muchísimas horas tanto al estudio de la lengua como al de la matemáticas. Lengua es en sí ya más de una asignatura, significa transmitir una estructura lingüística y también enseñar a hablar y a escribir. Yo no soy derrotista. Creo que el correo electrónico ha resucitado el género epistolar, pero la destreza oral también hay que cuidarla», asegura Gutiérrez, para quien una buena memoria también se consigue siendo un buen lector.

Senabre concluye que «el hecho de no leer no sólo limita la competencia idiomática, la facultad para comprender y elaborar mensajes, sino que obliga a que en los cursos de Lengua y Literatura (materias emparejadas absurdamente, como si fueran Guardias Civiles), haya que dedicar la mayor parte del tiempo a la enseñanza del lenguaje».

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