La peor herencia

Chacón y su victorioso rival. | AFP

Chacón y su victorioso rival. | AFP

VICTORIA PREGO

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A Rubalcaba le toca ahora gestionar la miseria en términos de poder y también la desunión. Primero, porque la dramática escasez de puestos de trabajo y de representación que en este momento padece el PSOE está azuzando desde hace ya mucho tiempo los serios problemas internos que siempre provoca la pérdida del poder. Y en segundo lugar porque la batalla celebrada en la cúpula del PSOE por el liderazgo del partido tiene una traducción directa en otras federaciones regionales y es inútil intentar negar que de este envite salen heridos muchos cuerpos.

Es obligado, cuando se gana, decir eso de la unidad y que se gobernará para todos. Pero la cuestión nunca acaba siendo ésa. La cuestión es si los que han perdido van a dejar que se gobierne sin ellos o que se gobierne sobre ellos. Se dejarán poco. Muy poco.

Y si alguien ha pensado que lo sucedido en este 38º Congreso es idéntico en términos de cohesión interna a lo que ocurrió después del 35º se equivoca. El «momento Zapatero» ya lo han vivido los socialistas y no se va a repetir. En aquellos años el PSOE hacía una travesía del desierto y necesitaba un líder. Lo mismo que ahora. Pero quien se enfrentó entonces al joven ZP con posibilidades de ganarle el pulso era un hombre que no controlaba al partido ni provocaba apoyos incondicionales dentro de él.

Es decir, que es cierto que la candidatura de Bono fue vista por muchos en aquellos instantes como una salida segura al magro panorama político que en términos nacionales tenía ante sí el PSOE. Pero nadie en las estructuras del partido derramó después ni una lágrima por la fenecida candidatura del entonces presidente de Castilla-La Mancha.

No es el caso ahora. Ni lo es en términos de aparato ni lo es tampoco en términos territoriales. Para empezar, porque el respaldo casi unánime -siempre habrá habido algún delegado díscolo que haya votado en secreto contra su lideresa natural- del socialismo catalán sufrió ayer un serio golpe que tendrá consecuencias dentro del PSOE. Ya se apresuró ayer Oriol Pujol, de CiU, a ofrecer la «casa común» del catalanismo a los miembros del PSC que se hayan sentido expulsados del sueño de dirigir el partido en toda España. Y no lo ha hecho como una ocurrencia de última hora sino como resultado de una certera observación política sobre los efectos de lo ocurrido.

Pero eso no es todo. En Madrid, en Valencia, en Castilla-La Mancha, y no digamos ya en Andalucía, la división producida en torno al apoyo a uno de los dos candidatos iba muchísimo más allá de una cuestión de nombres y de estilo. Ha sido todo un pulso de poder. Y así lo han entendido desde el principio hasta el final los vencidos y los vencedores.

El caso de Andalucía es especialmente difícil porque el presidente de la Junta ha llegado demasiado lejos en su afán de derrotar al que ha salido ganador de este Congreso. Su amenaza, practicada sobre las conciencias y los intereses de demasiados delegados andaluces, de que perderían sus puestos si no apoyaban a Chacón, e incluso de que él mismo renunciaría a ser candidato en las elecciones si ganaba Rubalcaba, queda ahora expuesta, cruda y desnuda, ante la militancia y ante los electores.

Griñán ha quedado en una pésima situación política. Es verdad que a Rubalcaba le interesa tanto o más que al propio Griñán no perder esas elecciones autonómicas. Porque, si así ocurriera, y es muy probable que ocurra, el nuevo secretario general del PSOE tendría que asumir una nueva derrota. Otra más, la cuarta en un año. Y no sólo eso: ya no es que tuviera que administrar la desunión y la miseria de términos de poder. Es, sencillamente, que tendría que administrar la pavorosa nada. Pero, aunque ambos coincidan en su interés y en su necesidad, es imposible que el socialismo andaluz, que ahora mismo está hecho trizas por dentro, cicatrice en menos de dos meses. Y lo previsible es que eso tenga una consecuencia letal en las urnas.

Éste, y no otro, es el panorama que le acaba de caer en las manos a Rubalcaba. Los suyos se habrán medido a lo largo de esta noche pasada con los de Chacón para repartirse la Ejecutiva. Ahora nos contarán que todos unidos van a trabajar a las órdenes de su jefe como buenos hermanos. No será verdad. Le queda mucha tarea a ese partido para volver a levantar cabeza. Que se acuerden de lo que padeció Rajoy y se armen de determinación y de paciencia.

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