Gente joven

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DAVID GISTAU

Felipe González desmochó ayer cualquier pretensión dinástica de la que no hace tanto tiempo fue "la niña de Felipe". Que Carme Chacón se dé por emancipada, le han cambiado hasta la cerradura de casa. Porque, aun queriéndola como a veces se quiere lo que se destruye, González la condenó a no poder blasonar en Sevilla de otro linaje que el de Zapatero, y ése es tóxico.

Por el contrario, de un invernadero que recordaba a aquel de El sueño eterno cuyo calor manchaba de sudor la camisa de Bogart, Rubalcaba salió ungido como la única candidatura de continuidad histórica. Entroncada, no ya con el felipismo, sino con el mismísimo Pablo Iglesias, con quien le vinculó Patxi López, a quien sólo le faltó sacar una tabla oui-ja para que el fundador arrastrara el vaso hasta el Sí a Rubalcaba. El , que trata de imprimir un timbre épico incluso a la lista del supermercado, se refirió al congreso de Sevilla como un nuevo Suresnes, igual de determinante en términos de refundación y proyección al porvenir. También abundó en un argumento reiterativo, el de rebajar recelos por las ambiciones personales de Rubalcaba agradeciéndole que en realidad haya elegido librar por el partido peleas perdidas de antemano. Un mensaje a los delegados para que se sientan en deuda con quien muere, por todos, agarrado al banderín. De creer a Micaela Navarro, lo que el partido debería ver en Rubalcaba es una "seguridad" ajena a experimentos y ocurrencias de las que habrían quedado escarmentados después de las acrobacias de Zapatero: cualquiera diría que no gobernaron con él ni le adularon durante los siete años de poder repartido.

El contenido de los discursos fue de importancia menor, comparado con el hecho de que González haya basculado hacia la candidatura de Rubalcaba, como si pudiera entregarle la llama original. Ahora que todo socialista es un ex alto cargo, que vuelve a vestir casual como si estuviera adaptándose de nuevo a la ordinary people, González, que no quiere que el PSOE sucumba a una rebatiña por los residuos del poder, ya sólo mantiene vigente el cargo de Felipe. Pero éste irradia un carisma por el que los militantes le miran como si se dispusiera a curar leprosos. Fuera será el del GAL. Pero, dentro del partido, es la eterna llegada de los Beatles a Las Ventas, y su favor pesa lo que un designio. Jugueteó en su discurso, ya liberado para gustarse, con que aquello era un acto "intergeneracional", y no un bucle gerontocrático como el politburó. La única baza que Rubalcaba aún debe neutralizarle a Chacón es la de la juventud. Para ello, no sólo González inventó una juventud que depende antes de la actitud que de la edad. Sino que llevan a todos los mítines a María González, y hasta ella ha dicho en alguna reunión que está harta de no ser sino "la joven", la coartada "intergeneracional".

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