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SALVADOR SOSTRES

Sí, aunque parezca extraño. Después de la rueda de prensa de ayer es imprescindible hacer un elogio del presidente del Barça consistente en reconocer que, a pesar de que es tonto, no lo es tanto como para no saber que efectivamente lo es. Visto lo que vimos ayer es un gran acierto que el señor presidente se exhiba poco en público y comparezca ante los medios sólo una vez al año. Es muy de agradecer, con los tiempos que corren, que tu club haga el ridículo un día concreto y que puedas respirar tranquilo el resto del año. Rosell dio ayer una rueda de prensa quejica y patética, muy poco masculina, se equivocó hasta 10 veces en la lectura -¡lectura!- de una declaración institucional que llevaba escrita. Al responder a las preguntas pareció aquellos niños dramáticos cuando salían a la pizarra.

Retórica victimista y de club perdedor. Como en los años más tenebrosos del presidente Núñez, cuando aquel Barça tan mediocre y derrotado veía contubernios y conspiraciones por todas partes. Desde Guruceta hasta Urizar Azpitarte. De todo nos quejamos, infundimos todas las sospechas y nadie nos denunció por nada. Lo de Rosell de ayer fue de una total falta de dignidad. Sólo las chachas dan explicaciones. Los grandes clubes y las grandes instituciones se imponen por el propio peso de su superioridad. Y no hace falta decir nada más. El tono quejica de Rosell indica un terrible complejo de inferioridad y que las provocaciones de Mou han tenido su efecto y que por lo tanto fue una buena idea perpetrarlas.

Por todo ello cabe reconocerle al presidente del Barça la astucia de conocer su limitación intelectual y de esconderla el resto del año. Tal como ha sucedido en lo deportivo, que después de meteduras de pata tan históricas como querer ahorrar no cambiando aquel césped que acabó causando la lesión de Pedrito, dejó de actuar y la herencia Laporta ha continuado imponiendo su dinámica triunfal. Todo lo que Rosell no ha tocado ha funcionado perfectamente, como antes de que él llegara. Hay que agradecerle muy sinceramente que se haya mantenido al margen.

Más insalvable resulta el fracaso institucional: a parte del ridículo que el Barça hizo ayer con su panfleto antimadridista, está el haberle retirado la presidencia de honor a Johan Cruyff, el haber recuperado la facción criminal de la afición que Laporta erradicó jugándose la vida y cambiar la generosidad con Unicef por la publicidad de la Qatar Fundation, relacionada con Al Qaeda. Rosell gana cuando no interviene. Y en su primer año de presidente merece un elogio precisamente por no haber hecho casi nada.

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