No es pinza, es hastío

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El alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto (PP),
junto a Julio Anguita.

FRANCISCO ROSELL

Desde las elecciones municipales de 1979, el PSOE siempre ha multiplicado su poder mediante pactos, al ser prácticamente el único partido nacional capaz de suscribir acuerdos a diestra y siniestra. Por primera vez, ha perdido ese privilegio que le permitió enmascarar derrotas -frente a UCD y al PP- o ampliar éxitos, como se constató ayer en la constitución de los nuevos consistorios. Lejos de frenar la sangría del 22-M, su incapacidad esta vez para atraer aliados ha ampliado la herida, lo que ha obrado una remoción de cargos socialistas nunca vista desde la restauración democrática. Este desplazamiento de poder ha sido especialmente acusado en Andalucía, su principal bastión y donde el PSOE ha ejercido 30 años su monocultivo, pero donde ahora se desploma como un edificio cuarteado por un seísmo que puede tener su réplica en los comicios autonómicos. El continente socialista ha quedado reducido a una isla.

Dando por descontado el apoyo de IU, se ha encontrado con una rebelión de los concejales de esta coalición. Alzados voto en mano contra las directrices de la dirección federal, se han negado a apoyar ciegamente al candidato que le pusieran por delante los socialistas. No es la primera vez que esto sucede. Hace cuatro años ya se originaron percances aparatosos como el del pueblo onubense del que había sido alcalde el hoy coordinador andaluz de IU, Diego Valderas. Pero nunca antes con tanta amplitud y estruendo como en estas vísperas de Pentecostés.

Desde las filas socialistas, se quiere justificar tal infortunio volviendo a hablar del reedición de la pinza entre PP e IU -como el que azuza un viejo fantasma- cuando ya se creía conjurado ese peligro con la satanización que se hizo de aquel acuerdo de mínimos de Aznar y Anguita -en Andalucía tuvo su correspondiente traducción en la alianza entre Arenas y Rejón en el bienio 1994-96 durante el gobierno de minoría de Chaves- para combatir la corrupción felipista en sus días más álgidos. Aquel clavo fue arrancado de cuajo por la tenaza de PSOE y quintacolumnistas de IU -singularmente Nueva Izquierda- que sabotearon desde dentro la estrategia de Anguita de ampliar su sorpasso cordobés de califa rojo -el PSOE tenía allí una fuerza residual y hoy es ya la cuarta- al resto de España y erigirse así en la fuerza hegemónica de la izquierda. No quería limitarse a ser bien muleta del PSOE cada vez que éste se cayera del caballo y hubiera de llevar escayola, bien apeadero de tránsito camino de la estación término de la casa común.

Pese a la manipulación de los datos por parte de conocidos intelectuales orgánicos del PSOE y antes del PCE, nunca antes ni después nadie logró tan buenos resultados a la izquierda del PSOE como Anguita. Su osada estrategia le supuso, eso sí, un alto coste que ahora rumia en su exilio interior cordobés, mientras sentado a la puerta de su casa ha visto desfilar todos estos años camino de la tierra de promisión socialista a quienes le apuñalaron por la espalda y fueron a cobrar sus denarios a la calle Ferraz, incluida Rosa Aguilar, única de todos ellos que ha culminado su transfuguismo siendo ministra, a diferencia de Lopez Garrido y otros. Recluido en su soledad cordobesa, el teléfono no ha dejado de sonar estos días en los que su sucesor en IU, Cayo Lara, le ha pedido que haga gestiones en Andalucía y Extremadura para persuadir a sus candidatos de que debían suscribir pactos de izquierda con el PSOE, como si Anguita pudiera estar alentando la resurrección de la pinza y quisiera ganar una batalla póstuma desde el destierro.

Nada que ver aquello con esto, pues entonces fue una estrategia de la dirección y lo que ayer se consumó en algunos consistorios fue una sublevación de las bases que respiraron por las heridas de tantos agravios infligidos estos años y que tornan muchas veces en enfrentamientos personales irreversibles que explican que, como dijo Churchill, la política haga extraños compañeros de cama. La desafección de los concejales andaluces y extremeños de IU no obedece esta vez a ninguna pinza con el PP ni a que este partido les resulte simpático, sino a simple hartura del abuso que ha hecho el PSOE del poder en estas comunidades trocadas en verdaderos regímenes y en los que los fondos se han empleado en estructurar sistemas clientelares que garantizaran la inmovilidad política, sin recatarse en propiciar la migración completa de alcaldes y concejales de IU al PSOE a costa de las arcas públicas.

Ello explica que la abstención de IU no haya sido generalizada, sino que ha afectado exclusivamente a alcaldes socialistas que han abusado de la mayoría absoluta y que, en cuanto las han perdido, les han pasado factura por sus arrogancias fruto de tantos años apoltronados en el poder. De hecho, el PSOE ha salvado algunas alcaldías in extremis en cuanto ha relevado a esos regidores por el siguiente de la lista para no perder esos dominios. Ahí está en primera persona el cacique socialista de Baena, Luis Moreno, que pretendía seguir como si tal cosa, tras acreditarse cómo sus colaboradores pagaban con fondos públicos sus escarceos por locales de alterne de la Costa del Sol. Tampoco han podido seguir en el machito ediles como el de Almonte, donde ahora el PSOE denuncia la confabulación de la extrema derecha y la extrema izquierda contra el desarrollo sostenible de Doñana, cuando el PSOE intentó urbanizarla con el proyecto urbanístico que promovían un cuñado de Felipe González y varios de sus amigos. Ver para creer.

Aun sin haber obedecido a pinza alguna, este movimiento de concejales meridionales de IU -además de amenazar un eventual acuerdo entre el coordinador de la coalición, Diego Valderas, y Griñán en el caso de que Arenas no obtenga mayoría absoluta- sí que produce un auténtico pinzamiento en el nervio ciático de un PSOE en declive y ello le complica que pueda levantarse para echar a correr en pos de un rival que se le escapa en las expectativas de voto. De ahí que el PSOE, más que hablar de pinzas, debiera reflexionar sobre lo hastiada que está la gente como para, tras preguntarse Zapatero en un mitin cómo iba a votar la ciudad de Felipe González a la derecha, se topa con que éste le otorga al candidato del PP, Juan Ignacio Zoido, la mayoría absoluta más amplia que aspirante alguno tuvo antes jamás. Por encima de adscripciones ideológicas, se exteriorizó un deseo de cambio. Ante ese revés que corona el vuelco político habido en Andalucía, no es extraño que el PSOE busque la pinza perdida y trate de encontrarla en el baúl de los recuerdos. Agitando tanto el miedo a la derecha, ha acaba franqueándole el paso como jamás soñó ésta.

Francisco Rosell es director de EL MUNDO de Andalucía

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