Tu Mundo
RAÚL ARIAS
PEP GUARDIOLA por CARME CHACÓN
Cuando era una niña había un poema de Rudyard Kipling muy popular titulado Si, que muchos teníamos clavado en la pared de nuestra habitación. Entre máximas y consejos que valen para toda la vida, aquel poema advierte de los cantos de sirena del éxito, «ese impostor». Muy probablemente, Pep Guardiola, que acaba de cumplir 40 igual que yo, debió de leerlo en la soledad de su cuarto en La Masía, desde donde llegó a convertirse en un futbolista de éxito. Porque Guardiola no sólo ha sido capaz de soportar los buenos y los malos vientos con los mismos buenos modales, sino que estado siempre un paso más allá del triunfo y de la derrota.
Guardiola, el hijo del paleta, como le ha llamado su amigo el escritor y cineasta David Trueba, empezó desde abajo y llegó a tocar el cielo con la camiseta del Barça y con la Roja de la selección. Pero, a los 35 años, Guardiola, un enamorado del fútbol, tuvo que reinventarse. Decidió hacerse entrenador y empezó en Tercera División. Cinco años después, es uno de los más prestigiosos del mundo.
Sus éxitos son los de su equipo, que también es el mío y el de millones de aficionados. Su Barça nos hace vibrar en cada partido. Y de paso ha obtenido unos resultados impresionantes: ha ganado ocho de los diez títulos perseguidos. Y ha creado una manera de jugar en el que el disfrute está por encima del marcador final.
Quienes confunden su sencillez y su elegancia con una pose no entienden la profundidad del cambio que Guardiola ha introducido en el fútbol. Quienes conocen a Guardiola dicen de él que es una persona muy competitiva. Sería capaz de emplearse a fondo por llevarse la última coca-cola del desierto. Pero una vez conseguida, la compartiría con su contrincante. y le haría ver que ambos la merecen pero que sólo uno podía alcanzarla el primero.
Pep es un hombre inspirador. Ha sabido contagiar a sus jugadores la humildad y el amor por el trabajo bien hecho. El deporte ofrece una cantera de buenos ejemplos para nuestros hijos. Como culé y como madre, me encanta observar a mi hijo Miquel correteando con su camiseta blaugrana mientras juega a ser Messi o Iniesta. Nada que ver con los superhéroes de cómic o de película, que nunca me han gustado, y mucho menos con los salvapatrias de tiempos por fortuna pretéritos.
Pocas cosas me hacen más feliz que leer un cuento a Miquel mientras concilia el sueño. Algunas noches le he leído el poema de Kipling, deseando que sea capaz de convertir en realidad todos aquellos condicionales. Igual que Guardiola, el hijo del paleta, un héroe cotidiano, humilde e inteligente... Sencillamente Pep.
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