CRÓNICA
Las cicatrices de Ameneh Bahraminava le dan un aura taciturna y serena. Me describe cómo quiere que se cumpla el veredicto de la Corte Suprema de Irán. Estremece. «No quiero que le echen el ácido en un cuarto cerrado. Quiero que lo hagan en la calle, delante de todo el mundo. Que puedan ver el castigo por su delito». El compuesto químico deberá caer sobre los ojos y cara de Majid Movahedi, el hombre que la desfiguró. Quiere cegarle como él hizo con ella. La Ley del Talión en su precepto más básico: mal por mal. Para eso ha vuelto Ameneh a Teherán desde Barcelona, donde ahora re [...]
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