EL MUNDO en ORBYT.

FERMÍN CASTRO GARCÍA

8 de septiembre

España es ahora el segundo país de la UE en población extranjera, apuntan en su editorial. ¿Y qué? El problema no es que los ciudadanos del mundo, en su tránsito por diferentes lugares en los que buscan sustento, supongan una amenaza para los países en los que aterrizan.

Puede que a muchos estas palabras les suenen injustas. Y tendrán parte de razón, porque no se puede pretender que sean los países de acogida los que ofrezcan la única solución (a veces, tan dura y cruel como la deportación, cuyo último ejemplo tiene a Francia como protagonista). Son los países de origen los que deben luchar por la pérdida de capital humano.

No. El problema no es el inmigrante. Es la falta de compromiso de los gobiernos (unos más otros menos) para dar respuesta a las demandas de sus ciudadanos. Lo que fallan no son los impulsos de supervivencia, naturales y antiguos. Fallan los mecanismos de asimilación. La falta de oportunidades. La supremacía de unas naciones sobre otras. La explotación de recursos y personas. El capitalismo exacerbado, el consumismo sin control. Las sociedades mismas. Vivimos tan ensimismados en las rutinas, que damos por hecho que nuestra situación tiene idéntico reflejo en el resto del mundo. Desgraciadamente, son tantos los seres humanos a los que se les niega nuestro bienestar que ya no reparamos en lo verdaderamente importante. Esto es el derecho al más elemental de los sustentos: comida.

Y hay otro tema que considero relevante: debemos pensar que, en este momento hay más extranjeros en España que en otros países de la UE porque, en estas naciones la inmigración a los niveles actuales de España empezó antes, hace décadas. Y por eso, muchos de los que emigraron a Alemania, Francia, Suiza, tienen hoy la nacionalidad de estos países (han nacido allí), pero sus padres o abuelos eran probablemente argelinos, españoles, congoleños, etc. Lo que implica que estos datos que salen ahora ni quieren ni deben decir nada.