Guardiola envió a un grupo de niños para hacer un trabajo de hombres, y los pipiolos lo hicieron de lujo, se lo pasaron pipa, retozaron sobre el Sánchez Pizjuán amenazando con dejar resuelta la final de la Supercopa... hasta que los mayores les sentaron en sus rodillas y les dieron una buena tunda de azotes. Los chicos de Guardiola recibieron una lección de un Sevilla al que, si algo caracteriza, es el oficio, la competitividad, la raza. Hay de aquél que dé por muerto a un equipo que, en cuatro años, sólo ha perdido una de las siete finales que ha jugado, y tal vez porque se le había muert [...]
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