Me piden que escriba una carta al asesino de mi hermano. No me sale. Soy muy pudorosa y detesto el sentimentalismo. Sólo puedo decir que no le odio. Simplemente, siento tristeza al pensar que hay gente que se ha encerrado en una cárcel de odio de la que es muy difícil salir. Y que nos hace sufrir tantísimo.
Cuando me llamó Rodolfo Ares [consejero del Interior vasco] para informarme de la detención, no podía entender mis propios sentimientos. Era como si descorcharan una botella de champán, pero en vez de espuma empezaran a salir lágrimas. Sentí algo parecido el día que me contaron [...]
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